Allí estaba ella. A diez mil kilómetros de casa: rodeada de extraños, escuchando palabras desconocidas y en el bullicio de una fiesta que no comprendía.
Ajena, perdida, absorta.
Apretada contra su pecho estaba su mochila. Allí guardaba todo lo que la unía a los suyos: su pasaporte, un billete de avión de Málaga a Narita, su teléfono móvil, el iPod con su música, sus pastillas para el mareo, los chicles de su marca favorita, su tarjeta de Japan Rail Pass. Aquella mochila era el frágil hilo que la mantenía unida a su hogar.
Y pensó que, quizás, este viaje a Andalucía no era el mejor modo de olvidar a Kimutaku. Que eran muchos kilómetros esos diez mil kilómetros. Que el corazón le seguía doliendo. Que no había dejado de pensar en él ni un solo instante. Que no era huir la solución para el desamor.
Y que, además, no se lo podía decir a nadie. Porque nadie la entendía.
Se sentía sola. Jodidamente sola.
Y le dolía el alma.
Ajena, perdida, absorta.
Apretada contra su pecho estaba su mochila. Allí guardaba todo lo que la unía a los suyos: su pasaporte, un billete de avión de Málaga a Narita, su teléfono móvil, el iPod con su música, sus pastillas para el mareo, los chicles de su marca favorita, su tarjeta de Japan Rail Pass. Aquella mochila era el frágil hilo que la mantenía unida a su hogar.
Y pensó que, quizás, este viaje a Andalucía no era el mejor modo de olvidar a Kimutaku. Que eran muchos kilómetros esos diez mil kilómetros. Que el corazón le seguía doliendo. Que no había dejado de pensar en él ni un solo instante. Que no era huir la solución para el desamor.
Y que, además, no se lo podía decir a nadie. Porque nadie la entendía.
Se sentía sola. Jodidamente sola.
Y le dolía el alma.
...Se sentía sola...jodidamente sola y le dolía el alma....
ResponderEliminarBuen final para un relato de este calibre. Enhorabuena Landahlauts, me ha encantado.
Saludos.
Arwen
Gracias, Arwen.
ResponderEliminarPrecioso relato y muy bonita foto. Pero en la realidad creo que las japonesas son muy dadas a viajar solas, mucho más independientes que nosotras... y a ver si va a ser Usun Yun disfrazada o sin maquillaje, visitando los pueblos de España...
ResponderEliminarBesitos, Landahlauts,
Fauviña.
Me ha gustado mucho el relato y la imagen. Se debe sentir una impotencia. Yo soy de las que le gusta viajar sola (si puedo yme dejan:-))Nunca me ha pasado pese a desconocer el idioma, aunque con el inglés....
ResponderEliminarGracias por compartir.
Esa es una de las peores soledades: sentirse solo en medio de la gente. Y encima tan lejos de casa
ResponderEliminar¡Ummm! que bello relato, original en su concepción y lleno de sensibilidad...me ha encantado...enhorabuena por tu blog...un abrazo desde Zuhaitz-Ondoan de azpeitia
ResponderEliminarJolín, don Landa, que anoche vi este reclamo y me quedé así... No pinché, que ya andaban pinchándome a mí los pupilos con sus exámenes todo el santo finde...
ResponderEliminarPero ahora he venido a toda pastilla para abrir y zassss! encontrarme con este blog, caramba, carambita, carambibubá!
Le seguiremos fielmente amigo, ya lo sabe.
En cuanto a la pobre chica, no me extraña que le duela el ama, tan jodidamente sola, con ese mal de amores guardado también en la mochila.
Es muy duro, sí señor, muy duro, y aunque ponga uno tierra y océanos de por medio... inútil!
Muxus!
Me ha gustado mucho el post. Bueno y el blog en general. La foto de cabecera es brutal de buena!
ResponderEliminarGracias a todas y a todos por vuestras opiniones. Este "relato" (si llega a ser eso) nació a raíz de la fotografía. La fotografía es un robado. Una foto que tomé a una chica, turista japonesa, durante una fiesta de esas multitudinaria en las calles de Granada. Cuando la vi, y la fotografié, me dió la sensación de que se sentía fuera de lugar y sola...
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