lunes, 17 de septiembre de 2012

la niña del pasillo

Nos habían advertido antes de ir: "la tercera planta de ese hotel está maldita, ocurren 'cosas' raras". Y en el comedor era tema habitual entre los huéspedes, durante las comidas. Al principio en tono de broma. Después, pasados unos días, los comentarios se volvían nerviosos y ya... ya no sonreían. La habían visto.
Yo también la vi. Una vez. Corría por el pasillo. Sus pequeños pies no hacían ruido alguno al moverse sobre la moqueta del suelo. Pero de su boca surgía un extraño sonido que mezclaba una extraña letanía con risas infantiles. La llamé...
La niña del pasillo
... se dio la vuelta, clavó sus ojos en los míos y desapareció.

viernes, 14 de octubre de 2011

a pesar de los pesares....

Todos me decían: "No seas tonta, no hay mejor lugar para vivir. Estarás protegida de cualquier peligro, con una temperatura y una humedad ideal y no te faltará jamás alimento. Es una oportunidad única que no puedes dejar escapar"

Y les hice caso, me vine a vivir al Mariposario: temperatura y humedad constantes (34 ºC y 80%), ninguna amenaza pone en peligro mi vida (no hay depredadores) y no falta jamás un plato de fruta fresca.... 

Pero, ¿sabéis?, cuando miro fuera me doy cuenta de que...



El mundo exterior 

.... preferiría estar ahí, en el "mundo exterior". A pesar de los cambios de temperatura... del peligro constante de los pájaros... de tener que buscar el alimento...

Sí, a pesar de todos esos inconvenientes, quisiera escapar de esta absurda burbuja de tranquilidad artificial y poder sentir el viento, los rayos de sol sobre mis alas, el ruido de los arroyos, la luz blanca de la luna, el canto de los pájaros, la belleza de un amanecer... 

Lo que daría yo por unos instantes de verdadera libertad. 

Fotografía: El mundo exterior 
Autor: Landahlauts

lunes, 14 de febrero de 2011

una historia de amor

Desde pequeña a Aquilone le dijeron que había que luchar para conseguir los sueños: "no desfallezcas, no te rindas, jamás, no hay sueño inalcanzable si te esfuerzas verdaderamente por alcanzarlo". También le enseñaron que para ser verdaderamente libre no hay que tener prejuicios con respecto a lo que te rodea: "los prejuicios de los demás son nuestras cadenas".  Jamás olvidó esas enseñanzas.

Aquilone llevaba algún tiempo enamorada de Lua, en secreto, sin ser correspondida. Cuando Lua la veía, se mostraba distante, fría, inalcanzable. Entonces, ella trataba de llamar su atención. Y lo hacía del modo que mejor sabía hacerlo... bailando. Aquilone bailaba para Lua hasta desfallecer agitando elegantemente sus más vivos colores.

Nada, sólo recibía indiferencia.

Así que, aquella tarde, cuando Aquilone la vió de nuevo, tomó una determinación lárgamente meditada. Comenzó a bailar como jamás lo había hecho y, mientras bailaba, su vuelo iba cada vez más y más alto. Cuando notó que las ataduras que la retenían a la tierra no eran lo suficientemente largas como para llegar a Lua... dió un quiebro brusco y las rompió. Y voló, Aquilone voló como jamás lo había hecho. Subió tanto que acabó perdiéndose en lo más alto del cielo.

Aquilone y Lua
No he vuelto a ver a Aquilone desde que, aquella tarde, rompió la cuerda y voló hasta perderse en una tarde azul de invierno. Mi hija decía que Aquilone, nuestra cometa, volaba en dirección a la Luna. ¡Qué tontería! ¿Cómo va a volar una cometa hasta la luna?

Lo cierto es que, algunas noches que miro la luna llena, creo percibir algún que otro reflejo de color que antes no tenía...  Mi hija también los ve. Y dice que es porque Aquilone está feliz, con Lua.

Fotografía: Aquilone y Lua
Autor: Landahlauts

sábado, 22 de enero de 2011

vivir con miedo

Hay un vecino nuevo en el tercero. Y, la verdad es que no sé cómo decirlo, pero... me da miedo. Hasta ahora me había cruzado un par de veces con él en la escalera y... nada, un tipo normal y corriente. Tiene la particularidad de que nunca saluda a los demás, sospecho que es un tipo encerrado en si mismo (quizás porque no domine el idioma). Pero eso no me molesta en absoluto, me da igual.

Sin embargo el otro día me lo encontré de sopetón: bajaba en el ascensor y, cuando la puerta se abrió, allí estaba él. Me dió un susto de muerte y no alcanzo a comprender muy bien el motivo. Quizás influyó algo su atuendo: llevaba ropas de trabajo y estaban un poco sucias. Es una reacción absurda, lo sé, solo es un tipo corriente que vuelve a casa de trabajar.

Pero desde entonces vivo aterrado, temiendo que vuelva a encontrarlo en la escalera. Tanto que llevo varios días sin salir a la calle, sin pisar el rellano siquiera.

Hasta esta tarde.

Esta tarde me armé de valor y decidí salir a su encuentro. Tenía el convencimiento de que me lo encontraría, porque era la hora habitual en que él regresa a casa. Y así ha pasado, me lo he econtrado en la escalera, vestido con su ropa de trabajo... Hoy algo fue distinto: al verme abrió la boca (pensé que con intención de saludarme, aunque no llegó a articular palabra).

Todo formaba parte de un plan: mi idea era forzar un encuentro "casual" y, con disimulo, hacerle una fotografía. Esa fotografía servirá para pedir vuestra opinión sobre él. Quiero que la observéis atentamente y me digáis si, verdaderamente, hay algo en mi vecino que consideréis inquietante. Dadme, por favor, vuestra opinón sincera.

Podéis ver la foto de mi vecino pulsando sobre este enlace.

Espero vuestras opiniones. Muchas gracias por vuestra ayuda y vuestra cooperación.

sábado, 15 de enero de 2011

finales alternativos

Alice in Wonderland

«Alicia apenas probó el té. Pero aquel maldito Sombrerero le había añadido algo. Nada más llegar a su estómago comenzó a sentirse mal. Cada vez peor. Estuvo convulsionando durante varias horas seguidas, entre terribles dolores. Luego perdió el conocimiento. A las pocas horas, parada cardiorrespiratoria y... expiró.
La Reina de Corazones mandó que la policía investigara aquella extraña muerte. Pero nunca pudieron encontrar pruebas suficientes para incriminar al Sombrerero.»

Fotografía: Alice in Wonderland

sábado, 8 de enero de 2011

Pedrito, el periquito

Los niños querían un pájaro, un periquito. No me preguntéis el motivo. Jamás he entendido muy bien el gusto por tener una mascota. Y menos aún un periquito: un pobre animal enjaulado, cuya única actividad es comer y "hacer caquita" día tras día hasta que la muerte lo libere...

Pero, ya se sabe, ellos mandan. El día en que, harto de oírlos, fui a la pajarería, sucedió algo muy curioso. Casi en la puerta un chaval llamó mi atención:

- Oye, ¿qué buscas? ¿algún animalillo para los niños?
- Sí, un periquito.
- Ven, acompáñame, aquí en el maletero tengo algo que te puede interesar.

Me llevó su coche y, de una caja de cartón que había en el maletero, sacó un pájaro que me mostró discretamente.

- Cien euros y es tuyo. Es un periquito de una variedad poco común. Muy cariñoso y alegre con los niños. Verás que buenos ratos pasan con él.

Yo, que no entiendo de pájaros, apenas lo pensé. Y acepté. Me daba pereza entrar a la pajarería... con ese ruido ensordecedor de pájaros, y decidir qué periquito me llevaba... Esto era más sencillo.

El caso es que los meses han ido pasando. A fuerza de tratarlo nos hemos dado cuenta de que Pedrito (ese nombre le pusieron los niños) tiene sus particularidades. No come semillas, como sería de esperar en un periquito. Además, tiene un gusto muy personal... le gustan....
Aquila Chryseatos - Águila Real
... las palomas. Puede comerse una al día. Lo más curioso es que las caza él mismo, con lo cual está liberando al barrio de esas molestas ratas con alas y a nosotros del engorro que supone estar pendiente de su alimento. Además, Pedrito, ha crecido más de lo que es habitual en los periquitos. Así que tuvimos que desechar la jaula. Vive en el balcón, entra y sale de casa cuando le parece.

Cariñoso no es, la verdad. Pero esto se compensa con su autosuficiencia:  es tan distinto de uno de esos  periquitos corrientes cuya vida depende de que te acuerdes o no de reponerles el agua y la comida.

Estamos encantados con Pedrito.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Rudolph, El Reno de la Nariz Roja

Nota Previa: Esta entrada es continuación de otra titulada Niños, hay una sorpresa debajo del árbol... Quizás, antes de leer esta,  deberías de leer la anterior (hazlo pulsando aquí).

Mr. Claus


Crónica de una mañana de Navidad: 26 de Diciembre a las 13:00 hrs.
He dormido poco y mal: tengo que reconocer que lo sucedido logró alterar mis nervios y el resto de la noche lo he pasado metido en la cama pero sin lograr conciliar apenas el sueño. Tan sólo durante quince o veinte minutos, a eso de las siete de la mañana, mis párpados cayeron vencidos por la fatiga.

Ya después, aunque despierto, no tenía el valor suficiente para levantarme e ir al comedor. Eran las ocho y cuarto cuando los niños empezaron a cuchichear entre ellos. Al poco los oí corretear por el pasillo, camino del comedor. En contra de lo que cabía esperar, sus exclamaciones no fueron distintas de las que habíamos escuchado en años anteriores, en un día como hoy, con los regalos de Santa Claus en el salón: los niños hablaban entre si nerviosos, pero contentos. y se les oía romper papel de regalo. También se escuchó la voz mecánica de una muñeca: "¿Quieres jugar conmigo?". Decidí levantarme y ver qué ocurría allí.

Nada. No ocurría nada distinto de lo que, por el sonido, cabría imaginar. El árbol, aquel árbol donde dejé agonizando a aquel pobre desgraciado, no tenía nada extraño debajo... algunos regalos sin abrir, papel de regalo arrugado y.... nada más. No había rastro del gordo vestido de rojo. Ni de su estúpido reno.

Respiré alividado. ¿Habría sido todo una terrible pesadilla? Quizás el exceso de comida y de bebida me habia provocado esa terrible y cruel ensoñación. Sí, sin duda fue eso. Cuando quedé convencido de mi explicación, en ese justo momento, el día amaneció realmente para mi: cambió la luz, las risas y los juegos de los niños comenzaron a ser el más dulce de los sonidos, me gustaba escuchar los villancicos que sonaban de fondo y... me sentí feliz. Feliz y alividado.

Los niños comenzaron a mostrarme los juguetes que Santa Claus les había traído. Fui al trastero a por unas pilas y un destornillador, para montar el Garaje Hot Wheels del pequeño. Al volver, mi hija me esperaba con un paquete en la mano:

- Mira, papi, Santa Claus también ha dejado un regalo para ti...

Era un pequeño paquete, de unos veinte centímetros de largo por nueve de ancho, más pesado de lo que podía esperarse por sus dimensiones. Rompí el papel de regalo sin reparar demasiado en él. Reconocí el contenido en cuanto empezó a quedar liberado del papel que lo envolvía. Sin embargo, leí la etiqueta para asegurarme: "25 Cartuchos - Calibre 9 mm. (largo) para pistola automática - 25 Automatic Cartridge Pistol". Era una caja de munición para mi Llama 380 automática de 9 milímetros, esa que me habían echado los Reyes Magos el año pasado y que, en ese maldito sueño de la noche pasada, yo había usado contra el intruso del salón. Un sudor frío empezó a recorrer mi espalda... un sudor que se transformó en un profundo malestar cuando me fijé en el papel que envolvía la caja de munición. Era un papel blanco, con unos dibujos estampado en un rojo muy brillante. Los dibujos, no me cabía duda, eran huellas de la pezuña de un animal, estampadas de modo asimétrico... en rojo, sobre un fondo blanco. Eran marcas de pezuña de reno. El gordo vestido de rojo y el estúpido animal que le acompañaba me estaban mandando una señal, un aviso...

De fondo, sonaba una alegre música navideña... era Rudolph The Red-Nosed Reindeer. Aquel sonido retumbaba en mis oídos como la más burlona y malvadas de las risas. Notaba la sangre bullir impetuosa por las venas y los capilares de mi cabeza, intentando reventar mis sienes. Presentía que, en unos instantes, mi cabeza iba a explotar. Cogí la caja de munición que me había traído Santa Claus, acto seguido fui a la mesita de noche a por la pistola que me habían regalado los Reyes Magos y, con ambas cosas... me dirigí al cuarto de baño. Cerré la puerta tras de mi y eché el pestillo.

Sonó un disparo... mi presentimiento se había cumplido.

Fotografía: Mr. Santa