"... La cena de Nochebuena transcurría como era de esperar: toda la familia reunida, comiendo, bebiendo, cantando, riendo, charlando... Pero, a los postres, la tía Enriqueta comenzó a sentirse indispuesta. Sospecho que hubo algún tipo de reacción adversa entre los dos "tranxilium", los langostinos de Sanlúcar, la copa de Pedro Ximenez, los dos "Tío Pepe" fresquitos y la copita de anís dulce (ella siempre ha sido de poco comer). Como iba pasando el tiempo y no mejoraba, decidimos llamar al teléfono de urgencias, al 061. El problema fue que estaban desbordados: intoxicaciones etílicas, "tráficos", tendones rebanados entre los cortadores "amateur" de jamón...
Nos dijeron que vendrían a la mayor brevedad, pero, pasaba el tiempo y no aparecían. Y no, la tía Enriqueta no mejoró. Nos veíamos impotentes para socorrerla ya que, por nuestros excesos durante la cena, tampoco era muy recomendable coger el auto para llevarla...
El asunto acabó muy mal porque, de pronto, la tía Enriqueta abrió unos ojos como platos, un quejido hondo brotó de su garganta y dejó de respirar. Y así se quedó, la pobre: con los ojos abiertos, rígida, sentada en el sofá, y con su carita de un color cera indefinido. Comprenderás que la situación era muy violenta: ella... allí, en el sofá, junto a la mesita de los dulces navideños y los niños correteando alrededor, mientras esperaban nerviosos la llegada de Papá Noel.
Nos dijeron que vendrían a la mayor brevedad, pero, pasaba el tiempo y no aparecían. Y no, la tía Enriqueta no mejoró. Nos veíamos impotentes para socorrerla ya que, por nuestros excesos durante la cena, tampoco era muy recomendable coger el auto para llevarla...
El asunto acabó muy mal porque, de pronto, la tía Enriqueta abrió unos ojos como platos, un quejido hondo brotó de su garganta y dejó de respirar. Y así se quedó, la pobre: con los ojos abiertos, rígida, sentada en el sofá, y con su carita de un color cera indefinido. Comprenderás que la situación era muy violenta: ella... allí, en el sofá, junto a la mesita de los dulces navideños y los niños correteando alrededor, mientras esperaban nerviosos la llegada de Papá Noel.
Así que estuvimos un rato barajando una posible solución para el problema. Nos dimos cuenta de que nada más había que pudieramos hacer por la pobre tía Enriqueta, y que tampoco era muy adecuado que se quedará allí... en la esquina del salón, frente al televisor. Así que optamos por sacarla fuera, al relente. Y la tumbamos con cuidado sobre la mesa del balcón, con una sabanita echada por encima, para que no amaneciera escarchada. Y la fiesta continuó.
Lo malo es que al final, con las risas y las copas, olvidamos que estaba allí. Cada uno marchó para su casa y los titos se acostaron en el dormitorio.
Esta mañana, nada más levantarme, llamé a los titos. Tardaron en coger el teléfono, tenían un resacón de caballo y estaban profundamente dormidos. Al principio, ni siquiera sabían de qué les estaba hablando. Cuando lo recordaron, soltaron nerviosos el teléfono y corrieron al balcón. Instantes después gritaban, aterrados, que la tía Enriqueta... no estaba, que había desaparecido."
Lo malo es que al final, con las risas y las copas, olvidamos que estaba allí. Cada uno marchó para su casa y los titos se acostaron en el dormitorio.
Esta mañana, nada más levantarme, llamé a los titos. Tardaron en coger el teléfono, tenían un resacón de caballo y estaban profundamente dormidos. Al principio, ni siquiera sabían de qué les estaba hablando. Cuando lo recordaron, soltaron nerviosos el teléfono y corrieron al balcón. Instantes después gritaban, aterrados, que la tía Enriqueta... no estaba, que había desaparecido."
Fotografía: A la abuelita...
Autor: Landahlauts