Nos habían advertido antes de ir: "la tercera planta de ese hotel está maldita, ocurren 'cosas' raras". Y en el comedor era tema habitual entre los huéspedes, durante las comidas. Al principio en tono de broma. Después, pasados unos días, los comentarios se volvían nerviosos y ya... ya no sonreían. La habían visto.
Yo también la vi. Una vez. Corría por el pasillo. Sus pequeños pies no hacían ruido alguno al moverse sobre la moqueta del suelo. Pero de su boca surgía un extraño sonido que mezclaba una extraña letanía con risas infantiles. La llamé...
... se dio la vuelta, clavó sus ojos en los míos y desapareció.